En un panorama musical dominado por modas fugaces y revoluciones sonoras que se consumen a la velocidad del clic, Del Amitri ha sobrevivido como una anomalía preciosa: una banda que apostó por la honestidad en tiempos de artificio, por las melodías trabajadas cuando otros se rendían al efectismo y por la emoción cuando las listas exigían ruido. Este es el recorrido —accidentado, intenso y sorprendentemente duradero— de una de las formaciones más queridas del pop-rock escocés.
Los inicios: una banda en busca de una voz (1979–1985)
La historia de Del Amitri comienza en Glasgow a finales de los setenta, en un contexto dominado por la resaca del punk y el ascenso del post-punk. Dos jóvenes inquietos, Justin Currie y Iain Harvie, intentaban definir su propio lugar en ese paisaje musical convulsionado. Su debut homónimo de 1985 fue casi un susurro: un álbum lleno de ideas, pero todavía a medio camino entre la influencia y la identidad.
Sin embargo, bajo la superficie ya se dibujaban los elementos que marcarían su personalidad futura: letras sensibles, guitarras limpias, melodías que apostaban por la emoción antes que por la estridencia. Aún no eran Del Amitri tal y como los conocería el gran público, pero sí estaban sentando las bases para una transformación inminente.
La consolidación y la conquista internacional (1989–1995)
El verdadero renacimiento llegó con “Waking Hours” (1989). Allí apareció la voz íntima, curtida y ligeramente quebrada de Currie, acompañada por una narrativa que unía desamor, escepticismo y humor con una facilidad asombrosa. El éxito de “Kiss This Thing Goodbye” abrió las puertas del mercado internacional y posicionó a los escoceses como uno de los grupos más elegantes del pop-rock británico de finales de los ochenta.
Pero fue “Twisted” (1995) el que los catapultó definitivamente. Con temas como “Roll to Me”, una de esas canciones que suena sencilla pero esconde un mecanismo melódico perfecto, Del Amitri se instaló en la cultura popular global. Sonaban en radios, bandas sonoras y programas de televisión. La banda, que nunca pretendió convertirse en una sensación masiva, se encontró de pronto convertida en exportación de lujo de la música escocesa.
El desgaste y el silencio (1996–2010)
Tras el éxito llegó el coste. Las expectativas comerciales crecieron, y con ellas el desgaste interno y la presión de la industria. Aunque lanzaron trabajos sólidos como “Some Other Sucker’s Parade” (1997) y “Can You Do Me Good?” (2002), el grupo comenzó un lento repliegue. No hubo ruptura oficial, pero sí una pausa que se prolongó durante más de una década.
Durante esos años, Del Amitri se convirtió en una especie de mito silencioso: una banda que muchos recordaban con cariño, que algunos daban por terminada y que otros seguían esperando en secreto. Mientras tanto, Justin Currie emprendía una carrera solista más introspectiva, manteniendo vivo el espíritu narrativo que siempre definió al grupo.
El regreso inesperado (2014–2021)
Cuando ya nadie lo esperaba, en 2014 Del Amitri regresó a los escenarios. Lo hicieron sin estridencias, sin grandes campañas, sin buscar nostalgia prefabricada. Simplemente volvieron. Y lo hicieron porque aún tenían algo que decir.
Ese “algo” tomó forma en “Fatal Mistakes” (2021), un disco aclamado por la crítica y recibido con entusiasmo por los fans. La banda parecía haber envejecido con dignidad: más reflexivos, más literarios, más conscientes de su tiempo y de sus pérdidas. El álbum fue una demostración de que la pausa no fue un final, sino un punto y seguido.
El legado de una banda que nunca cedió su alma
Del Amitri ocupa hoy un lugar singular en la historia del pop-rock. No fueron estrellas ruidosas ni iconos mediáticos. No generaron escándalos ni modas pasajeras. Su relevancia se cimentó en algo más profundo: una coherencia artística inusual, un respeto por la canción bien escrita y una capacidad para emocionar sin artificios.
Currie y Harvie siguen siendo —como desde el principio— los guardianes de un sonido que habla del paso del tiempo, de amores que se resquebrajan y de ese humor agrio tan característico de Escocia. Una banda que, sin proponérselo, se volvió imprescindible.
A veces, los actos de resistencia más hermosos son silenciosos. Y Del Amitri ha resistido como pocos.